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¿Patronalismo, patrimonialismo, clientelismo o corrupción? Clarificando conceptos para el caso guatemalteco

Por Edgar Gutiérrez Aiza
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En el trabajo titulado “Una aproximación a la corrupción sistémica en Guatemala” presentamos una caracterización novedosa para entender la corrupción sistémica en Guatemala.[1] Dentro del trabajo, desarrollamos el concepto de patronalismo adaptado al contexto guatemalteco, e intencionalmente lo utilizamos por sobre otros. Es crucial realizar un ejercicio riguroso de definición y diferenciación de los conceptos de patronalismo, patrimonialismo, clientelismo y corrupción para profundizar en esa decisión teórica. Entender las particularidades de cada uno no solo permite comprender mejor  las dinámicas políticas y sociales en contextos como el guatemalteco, sino que también posibilita el diseño de estrategias más efectivas para abordar y combatir las malas prácticas políticas asociadas. Por ello, el objetivo de este artículo es expandir el trabajo original. Este análisis es esencial para formular soluciones que ataquen las raíces de estos fenómenos y, en última instancia, mejoren la gobernanza.

El objetivo específico es ampliar el argumento de que el patronalismo, como concepto, es más apropiado para describir la realidad guatemalteca que sus alternativas: patrimonialismo y clientelismo. Para ello, exploro ambos conceptos, resaltando puntos en común y principales diferencias. Se hace también una  precisión conceptual sobre las definiciones de corrupción. Esto para aplicar rigurosamente los términos que pretenden describir las realidades sociales y políticas. Se le recomienda al lector tener a la mano la imagen 1 del texto original.[2] Al final, argumento que el patronalismo es un concepto similar a patrimonialismo, clientelismo y corrupción, ya que todos caben dentro del paraguas conceptual de “mala práctica política”: un comportamiento o fenómeno que menoscaba la consolidación democrática. El patronalismo, sin embargo, abarca a los otros tres conceptos y no excluye el poder explicativo que el patrimonialismo tiene para explicar la forma de gobierno; el clientelismo para describir relaciones electorales de intercambio; y la corrupción para describir eventos específicos de abuso de poder.

Fuente: Haering y Gutiérrez Aiza (2024, p. 7)

Los lectores del documento original recordarán que Hale argumenta que la política patronal “(…) se refiere a la política en sociedades donde los individuos organizan sus actividades políticas y económicas principalmente en torno al intercambio personalizado de recompensas y castigos concretos a través de cadenas de conocimiento real, y no principalmente en torno a principios abstractos e impersonales como las creencias ideológicas o categorizaciones como las de clase económica que incluyen muchas personas que uno no ha conocido en persona”.[1]  El poder, entonces, yace en aquellos que puedan hacer cumplir estas recompensas y castigos. Este poder se ejerce para empujar políticas de manera que favorezcan a los aliados y a su vez castiguen a los enemigos. Es importante que el patrón tenga acceso a recursos para recompensar y castigar, pero aún más importantes son las expectativas que tienen los otros actores políticos y económicos sobre el poder del patrón. El patronalismo tiene una lógica de “profecía autocumplida” en la que  los actores apoyan a quien creen que ganará poder político, y este a su vez gana precisamente porque le apoyaron.

 

Este concepto y sus implicaciones describen teóricamente las malas prácticas políticas en Guatemala adecuadamente. Engloba varios aspectos del sistema político y económico. Abarca dinámicas electorales, de gobernanza y económicas.  En otras palabras, el patronalismo describe ampliamente cualquier evento político y dinámica relacional del país (y de otros sistemas similares a Guatemala). El clientelismo describe mejor las dinámicas electorales (ver lado izquierdo de la red patronal en la Imagen 1), mientras que el patrimonialismo describe mejor su modo de gobernanza y ejercicio del poder (ver lado derecho de la Imagen 1). Empezaré con el patrimonialismo.

Patrimonialismo

El patrimonialismo fue inicialmente teorizado por Max Weber[2] y luego ampliado por otros autores, muchos de ellos trabajando América Latina[3] y África.[4] Su esencia es que es una forma de gobierno en la que  el poder del gobernante se deriva de relaciones de parentesco y de cercanía y no de una burocracia formal.[5] Esta última, por el contrario, tiene la característica de que el poder se ejerce mediante instituciones formales y se deriva de fuentes racionales (elecciones, estado de derecho, entre otras) donde las reglas se aplican a toda la ciudadanía de manera impersonal.

 

La lógica base del patrimonialismo deriva de prácticas pre-modernas[6] de hacer política, donde el gobernante es el dueño del sistema político (el Estado es su “patrimonio”). En virtud de su calidad de dueño, el gobernante tiene la legitimidad de repartir los bienes del Estado a su criterio. Un régimen patrimonial suele estar basado en la tradición (por ejemplo, la línea sanguínea de un rey) y está explícitamente amarrado a la premodernidad. Lógicamente, un sistema que tiene como piedra angular la discrecionalidad personalista de su líder será gobernado a través de vínculos de lealtad y amistades personales, no por meritocracia y derecho.

 

Esta lógica es muy similar a la del patronalismo, en el sentido de que la base de las relaciones de poder está mediada por características personales y muchas veces arbitrarias (parentesco, amiguismo, lealtad, favoritismo, entre otras) en lugar de características impersonales (capacidad, mérito, idoneidad, entre otras). Sin embargo, el patrimonialismo es un concepto ligeramente más restringido a la vida estrictamente política, ya que es una forma de gobernar y de hacerse dueño del Estado. El patronalismo, por otro lado, no tiene esa restricción, ya que se refiere a un equilibrio social de intercambios personalistas. No está restringido únicamente al ámbito de la política y el Estado, sino que abarca relaciones sociales, políticas y económicas.

 

La implicación de entender a Guatemala como un ejemplo de política patronal antes que como patrimonial es que re-enfoca la discusión hacia niveles más generales de análisis. Tomemos el análisis de la oligarquía y su rol en la construcción del régimen guatemalteco. Una perspectiva patrimonial, eminentemente de gobernanza y de régimen, entendería a los grupos oligarcas como actores que responden a la lógica pre-moderna de hacer política. Bajo este escenario teórico, entenderíamos que a la oligarquía “le tocó trabajar con un Estado corrupto”, entonces tuvo que ajustar su comportamiento acorde a las expectativas de un régimen así.

 

Por otro lado, bajo una postura patronal, donde las relaciones políticas y económicas son organizadas con base en intercambios personalizados, la perspectiva de su rol cambia. La oligarquía, con sus prácticas de protección de riqueza, moldea al Estado y sus relaciones políticas tanto como el Estado influye en la forma de relacionamiento económico. Bajo una perspectiva patronal, entonces, la oligarquía no es un actor pasivo en la construcción del régimen sociopolítico, sino uno muy activo que se retroalimenta de estas dinámicas.

 

Lo importante de esto es que es el supuesto bajo el cual trabajo el ejemplo: si la lógica es patronal desde siempre, entonces la oligarquía es cómplice, porque también participa en la construcción del régimen. Si la lógica sólo es patrimonial, la carga analítica recae más fuertemente sobre el jefe de Estado/gobierno que sobre la oligarquía por ser precisamente el “dueño” del Estado y el máximo responsable por la dirección que toma el régimen, mientras que los otros actores sólo se adaptan a este.

Clientelismo

Como muchos conceptos en las ciencias sociales, incluidos los tratados en este artículo, el clientelismo se utiliza para describir un amplio rango de fenómenos sociales. Estos, sin embargo, pueden simplificarse en dos: la lógica patrón-cliente[7] y el vínculo entre votantes y partidos. Aquí me enfocaré en la segunda variante, entendiendo el clientelismo fundamentalmente como un tipo de vínculo, en lugar de una forma de gobernanza (como lo es el patrimonialismo) o un equilibrio social (patronalismo).

 

El clientelismo se refiere a un tipo de vínculo que se establece entre partidos y votantes. En concreto, se refiere al intercambio de bienes privados y de tipo club[8] por votos.[9] Al igual que los otros conceptos bajo escrutinio en este artículo, el clientelismo es una mala práctica política, es decir, un tipo de práctica que contraviene principios democráticos y va en contra de la consolidación de una democracia plena. En una sociedad plenamente democrática, el vínculo entre votantes y partidos debería ser programático. Esto significa que los votantes simpatizan con aquellos partidos que más les convencen ideológicamente y en términos de propuesta de política pública universal (es decir, que aplica a toda la ciudadanía), no con los que mejor pagan su voto.

 

Este fenómeno, entendido de esta forma, únicamente tiene sentido en un régimen democrático, donde la ciudadanía puede emitir sufragio libre y entre opciones reales. En autoritarismo, donde las elecciones no tienen efecto sobre la rotación del poder,[10] el clientelismo no es necesario para establecer vínculos entre votantes y partidos. Los dictadores suelen obtener apoyo político para su partido[11] a través de la coerción y el miedo. El patrimonialismo y el patronalismo, por otro lado, son dinámicas compatibles con regímenes democráticos y autoritarios, ya que no se enfocan sólo en un procedimiento para establecer vínculos electorales, sino que hablan de dinámicas de gobierno y sociales más amplias.

 

El clientelismo también es una actividad voluntaria, y normalmente se contrapone a la coerción y la predación.[12] El patronalismo, por otro lado, es mucho más enfático en el uso de coerción para cumplir objetivos políticos. Es por esta razón que el concepto es compatible con el autoritarismo, mientras el clientelismo (además de las razones electorales) no lo es, ya que el fenómeno cobra otra forma cuando está involucrada la coerción.

Corrupción

La corrupción es un concepto particularmente disputado por académicos que la estudian. En este caso, interesa definirla rigurosamente para poder diferenciarla de otros tipos de malas prácticas políticas que debilitan la democracia. La definición más utilizada de corrupción es el abuso de la autoridad para el beneficio privado.[13] Sin embargo, el enfoque puede variar desde un problema de monitoreo,[14] de acción colectiva,[15] o como un problema de incentivos.[16]

 

Hay quienes abarcan una amplia variedad de fenómenos como corrupción, por ejemplo, incluyen en su  definición acciones como el pago de sobornos, la mala apropiación de bienes, incumplimiento del deber público, malas prácticas electorales o la búsqueda de rentas.[17] Otros matizan potenciales beneficios que pueden venir de la “corrupción blanca”[18] o de facilitar acceso a negocios estimulantes.[19] Lo más común es matizar hacia la severidad de la corrupción, argumentando que el tamaño de las transacciones y lo incrustado que esté la corrupción en la sociedad pueden generar serios problemas de gobernabilidad y de confianza social.[20]

 

Probablemente la definición más rigurosa y específica la tiene Ian Senior: un acto de corrupción es aquel que cumple con cinco condiciones que deben ser satisfechas simultáneamente. Estas son: cuando un corruptor (1) secretamente da (2) un favor a un corrompido para que este influya en (3) acciones concretas que (4) beneficien al corruptor, y donde (5) el corrompido tiene autoridad.[21] Esta definición hace un esfuerzo explícito en diferenciar la corrupción de otras malas prácticas como el robo o el fraude. También explícitamente requiere dos o más partes involucradas, mientras que “el abuso del poder público” sólo requiere una parte de base.

 

Sin importar qué definición de corrupción se utilice, el concepto no sirve tan bien como el de la política patronal para describir las dinámicas políticas y sociales de Guatemala. Un régimen puede ser corrupto, como también lo pueden ser unas elecciones y su sistema de justicia. Sin embargo, la corrupción es un concepto que describe mejor eventos concretos en lugar de regímenes enteros. La corrupción va a ser el acto más granular en cualquier lógica clientelar, patrimonial y patronal, pero no abarca todo lo que estos conceptos buscan describir. Hay dinámicas patronales que, dependiendo del país, pueden no ser corrupción. El lobbying en Estado Unidos es un ejemplo perfecto: es legal, es transparente, está regulado y todos pueden participar de él. Sin embargo, la lógica subyacente puede perfectamente alimentar una política de naturaleza patronal al armarse redes de intercambios personalistas, sólo que a diferencia de Guatemala, en Estados Unidos está legalizado.

Tabla 1. Resumen de los conceptos discutidos y su comparación con el patronalismo

Concepto Definición Comparación con patronalismo
Patrimonialismo
Forma de gobierno en la que el poder del gobernante se deriva de relaciones de parentesco y de cercanía y no de una burocracia formal.
El patronalismo no es sólo una forma de gobierno. Este va más allá de las relaciones de política y Estado y describe un equilibrio social, económico y político.
Clientelismo
Tipo de vínculo que se establece entre partidos y votantes mediante el intercambio de bienes privados y de tipo club por votos.
El clientelismo es sólo un tipo de vínculo, es decir, una forma de conectar a las partes de una interacción. El patronalismo tiene dinámicas similares, pero abarca otros tipos de interacciones además de las clientelares, tanto en regímenes democráticos como autoritarios.
Corrupción
Tipo de práctica que consiste en el abuso del poder público para el beneficio privado.
La corrupción describe muy bien ciertos tipos de eventos, y seguro que un sistema patronal tendrá mucha corrupción, pero el patronalismo puede explicar más ampliamente el sistema, en lugar de ciertos eventos.

Conclusión e implicaciones

La discusión de este artículo invita a las personas lectoras a reflexionar acerca de las malas prácticas políticas. Cuando existe evidencia de clientelismo, ¿cómo se identifica y reporta? Cuando un proceso de contratación está viciado, ¿es producto de un mero acto de corrupción o hay una red patronal más grande detrás que puede evidenciar otras relaciones corruptas?

En resumen, el lector puede diferenciar entre estos términos y sus manifestaciones de esta forma: el clientelismo es un tipo de vínculo que garantiza apoyo electoral; el patrimonialismo es un tipo de gobernanza donde el gobernante es dueño del Estado y justifica su poder mediante relaciones personales; la corrupción es un tipo de interacción donde se abusa del poder público para beneficio privado; mientras que el patronalismo es un equilibrio social de intercambios patronalistas. Dentro del patronalismo puede existir (y muy problablemente exista) toda esta gama de fenómenos, pero argumento que es preferible usar este concepto porque obliga a un tipo de solución distinta: romper un equilibrio donde muchas redes de actores están involucrados.

Todas las definiciones tienen sus complejidades y limitaciones, todas requieren tradeoffs, pero lo importante para efectos de este artículo es resaltar la importancia de abrazar una definición por sobre otra. La primera implicación es que diferentes definiciones exigen diferentes tipos de solución. Por ejemplo, bajo el supuesto de que la corrupción es abusar del poder, entonces hay que ponerle límites al poder. Si la corrupción es algún tipo de robo por falta de monitoreo, entonces se necesita asignar monitores a los funcionarios públicos y ponerle candados a las arcas del Estado. Por otro lado, si la corrupción es un tipo de interacción entre partes, entonces la solución es cortar lazos corruptos y exponer relaciones cuestionables.

La solución general de política pública obviamente debe ser capaz de ofrecer medidas integrales, independientemente de si la mala práctica específica es patronalismo, clientelismo, patrimonialismo o corrupción, pero eso no exime al investigador y al político de ser riguroso. Las definiciones también apuntan hacia diferentes formas de medir el progreso en la implementación de una política pública, y sin una medición rigurosa es imposible conocer el éxito o el fracaso de las intervenciones, dejando a la ciudadanía desprovista de bienes públicos para incrementar su calidad de vida.

[1] Haering, Daniel y Edgar Gutiérrez Aiza. 2024. “Una aproximación a la corrupción sistémica en Guatemala”. Ciudad de Guatemala: Asociación Civil Diálogos. https://dialogos.org.gt/wp-content/uploads/2024/09/Documentos-de-corrupcion-sistemica-y-redes-patronales-Dialogos-Guatemala.pdf.

[2] Haering y Gutiérrez, “Una aproximación”, 7.

[3] Hale, Henry E. 2015. Patronal politics: Eurasian regime dynamics in comparative perspective. Cambridge University Press, 9-10.

[4] Weber, Max. 1978. “The economy and society”. En. https://sociology.berkeley.edu/sites/default/files/documents/syllabi/F15/soc%20120%20barlow%20F2015.pdf.

[5] Pietschmann, Horst. 1989. El Estado y su evolución al principio de la colonización española de América. Fondo de Cultura Económica.

[6] Pitcher, Anne, Mary H. Moran, y Michael Johnston. 2009. “Rethinking patrimonialism and neopatrimonialism in Africa”. African Studies Review 52 (1): 125–56.

[7] Charrad, Mounira M., y Julia Adams. 2011. “Introduction: Patrimonialism, Past and Present”. The Annals of the American Academy of Political and Social Science 636:6–15.

[8] El término «pre-moderno» no se refiere a algo anticuado o menos desarrollado, sino a un tipo de política anterior a la modernidad, específicamente antes del desarrollo del Estado moderno y de ciertas instituciones políticas más democráticas. Este sistema se caracteriza por la concentración de poder absoluto y la legitimidad basada en la divinidad y la tradición, en lugar de la racionalidad y la democracia.

[9] La lógica patrón-cliente es una dinámica donde un patrón ofrece bienes privados (dinero, comida, materiales, trabajo, entre otros) a sus clientes a cambio de apoyo político. Estos clientes pueden ser cualquier tipo de subordinado político. Esta dinámica es común en sistemas políticos pre-modernos y es particularmente común en Guatemala. La razón por la cual decidí apartar esta discusión del texto central del artículo es porque esta forma de entender el clientelismo únicamente nos describe la naturaleza de las relaciones patrón-cliente del clientelismo electoral, del patronalismo o del patrimonialismo. Por ende, se vuelve redundante en la discusión para diferenciar entre conceptos. Su presencia oscurece en lugar de aclarar las distinciones analíticas mediante la matización innecesaria de fenómenos muy similares pero con nombres diferentes (algo que en inglés se llama “splitting hairs”).

[10] Un bien tipo club es aquel que es excluible pero no rival en su consumo. Ejemplos de un bien tipo club puede ser un club de fútbol: se le pueden cerrar las puertas a aquellos que no son miembros (excluible), pero una vez dentro del club se puede disfrutar de sus beneficios simultáneamente entre sus miembros (no-rival). Para una discusión más robusta de los tipos de bienes, ver: Ostrom, Elinor. Governing the commons: The evolution of institutions for collective action. Cambridge University Press, 1990.

[11] Kitschelt, Herbert. 2000. “Linkages between Citizens and Politicians in Democratic Polities”. Comparative Political Studies 33 (6–7): 845–79. https://doi.org/10.1177/001041400003300607.

[12] A pesar de que no sirven para abrir el acceso al poder y rotar de gobernante, las elecciones sí que tienen importancia en regímenes autoritarios. Sirven, por ejemplo, para señalizar a los oponentes la fuerza del régimen, para monitorear a los oficiales del partido y su desempeño a nivel local, y para recolectar información acerca de la satisfacción general de la población en anticipación de posibles rebeliones o golpes de Estado. Ver: Geddes, Barbara. 2018. How Dictatorships Work: Power, Personalization, and Collapse. Cambridge University Press. https://books.google.com/books?hl=en&lr=&id=qnlnDwAAQBAJ&oi=fnd&pg=PR12&dq=how+dictatorships+work&ots=hdOe8rw5cB&sig=ppWE22FG_MABIHUokjv6nh6H7io.

[13] Cuando gobiernan a través de un partido, ya que hay dictadores que gobiernan de forma personalista o a través de una junta militar. Ver Geddes, How Dictatorships Work.

[14] Hicken, Allen. 2011. “Clientelism”. Annual Review of Political Science 14 (1): 289–310. https://doi.org/10.1146/annurev.polisci.031908.220508.

[15] Nye, Joseph S. 1967. “Corruption and political development: A cost-benefit analysis”. American Political Science Review 61 (2): 417–27; Waterbury, John. 1973. “Endemic and Planned Corruption in a Monarchical Regime”. World Politics 25 (4): 533–55. https://doi.org/10.2307/2009951; Treisman, Daniel. 2000. “The causes of corruption: a cross-national study”. Journal of Public Economics 76 (3): 399–457; Fisman, Raymond, y Miriam A. Golden. 2017. Corruption: What everyone needs to know. Oxford University Press. https://books.google.com/books?hl=en&lr=&id=VXgLDgAAQBAJ&oi=fnd&pg=PP1&dq=corruption+fisman+and+golden&ots=GCr1qQo6vX&sig=q0zwc4JvZTNIdI5ZF1tYU9j7ZlE.

[16] Alam, M. Shahid. 1989. “Anatomy of Corruption: An Approach to the Political Economy of Underdevelopment”. The American Journal of Economics and Sociology 48 (4): 441–56. https://doi.org/10.1111/j.1536-7150.1989.tb02132.x; Rose-Ackerman, Susan, y Bonnie J. Palifka. 2016. Corruption and Government: Causes, Consequences, and Reform. New York: Cambridge University Press.

[17] Persson, Anna, Bo Rothstein, y Jan Teorell. 2013. “Why Anticorruption Reforms Fail—Systemic Corruption as a Collective Action Problem”. Governance 26 (3): 449–71. https://doi.org/10.1111/j.1468-0491.2012.01604.x.

[18] Dahlström, Carl, y Victor Lapuente. 2017. Organizing leviathan: Politicians, bureaucrats, and the making of good government. Cambridge University Press. https://books.google.com/books?hl=en&lr=&id=1b4pDwAAQBAJ&oi=fnd&pg=PR8&dq=organizing+leviathan&ots=M0sIM4Kg5z&sig=6rsqT7ai2K5g-tYpbW4OGZc_Jdc.

[19] Johnson, Roberta Ann, y Shalendra Sharma. 2004. “About Corruption”. En The Struggle Against Corruption: A Comparative Study, editado por Roberta Ann Johnson, 1–19. New York: Palgrave Macmillan US. https://doi.org/10.1057/9781403981004_1.

[20] Kalchheim, Chaim. 2004. “White Corruption in Israel”. En The Struggle Against Corruption: A Comparative Study, editado por Roberta Ann Johnson, 53–80. New York: Palgrave Macmillan US. https://doi.org/10.1057/9781403981004_3.

[21] Ang, Yuen Yuen. 2020. China’s Gilded Age: The paradox of economic boom and vast corruption. Cambridge University Press. https://books.google.com/books?hl=en&lr=&id=J13bDwAAQBAJ&oi=fnd&pg=PR7&dq=yuen+yuen+ang&ots=H0KeWurmIy&sig=OkqYVK7Hrd9TrHrHvY9RKDqw9VY.

[22] Della Porta, Donatella, y Alberto Vannucci. 2016. The hidden order of corruption: An institutional approach. The Hidden Order of Corruption: An Institutional Approach. https://doi.org/10.4324/9781315557267.

[23] Senior, Ian. 2006. Corruption – the World’s Big C. London: The Institute of Economic Affairs.

[24] Charrad y Adams,“Introduction: Patrimonialism”.

[25] Kitschelt, Linkages.

[26] Nye, Joseph S. 1967. “Corruption and political development”; Waterbury, “Endemic and Planned Corruption”; Treisman, “The causes of corruption”; Fisman y Golden, Corruption.

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Edgar Gutiérrez Aiza

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