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Año 2021: más de 116 mil defunciones en Guatemala según el RENAP

Por Carlos Mendoza
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¿Cómo evaluar un discurso plagado de mentiras y medias verdades como el del Presidente de la República ante el Organismo Legislativo, el pasado 14 de enero de 2022, con motivo de su segundo año de gobierno? Necesitamos, como siempre, datos en contexto para transformarlos en información útil para la toma de decisiones. Hacer comparaciones ad hoc, para autoengañarnos, no ayuda a proseguir con los avances logrados.

En materia de seguridad ciudadana, por ejemplo, Alejandro Giammattei aseguró ante el Congreso que la violencia registrada en 2021 había descendido, si la comparábamos contra el año prepandemia. Esto es una evidente manipulación metodológica para no reconocer que la tasa, por el contrario, había subido de 15.2 a 16.6 homicidios por cada 100 mil habitantes del 2020 al 2021. Esto es un aumento del 9 %, justo después de haberse alcanzado un mínimo histórico. Ya explicamos antes por qué no puede tomarse ese incremento en la violencia como algo “naturalmente esperado”.

Presentar a la opinión pública, y a los ciudadanos, cifras sin contexto es manipulación, porque no permite interpretar los datos correctamente, lo cual confunde o engaña. Peor aún si quien lanza los datos al aire es el jefe del Organismo Ejecutivo quien, con un tono triunfalista y autocomplaciente, ignora la gravedad del impacto negativo de la pandemia en otros indicadores que simplemente obvió. Es cierto que crecimos económicamente, igual que la mayoría de los países en la región, pero: ¿Cuál es la tasa de pobreza hoy? ¿Cómo empeoró la distribución del ingreso? ¿Cuál fue el costo social de ese crecimiento económico que, además, no es tan impresionante si tomamos en cuenta que el año previo fue de recesión? ¿Cuántas vidas se han perdido ante una reapertura económica sin las medidas sanitarias adecuadas?

 

Contexto indispensable

Para dar un adecuado contexto a las cifras del Informe Presidencial debemos examinar la cantidad de defunciones en Guatemala reportadas por el Registro Nacional de las Personas (RENAP) para los años 2020 y 2021. Al hacerlo nos daremos cuenta de que la tasa cruda de mortalidad para 2021 se ubicó en 6.8 defunciones por cada mil habitantes.[1]  Es decir, tuvimos la tasa más alta desde 1994 cuando se registró una de 7.4 según las estadísticas vitales del INE y sus nuevas estimaciones y proyecciones de población. La tendencia histórica venía a la baja desde 1950, cuando la tasa era cercana a 20, pasando por una tasa de 13 por mil el año del terremoto (1976), cuando superamos las 83 mil defunciones (se estima que unas 23 mil fueron provocadas por el evento sísmico), pero teníamos entonces una población de 6.3 millones de habitantes, aproximadamente.[2] La tendencia ya se había estabilizado en los últimos 15 años alrededor de 5 por mil. En el siguiente gráfico se muestra la tasa cruda anual de mortalidad para el período 1950-2021.

  Fuente: elaboración propia a partir de los datos del OPS, INE y RENAP.

Los datos preliminares del RENAP, al 31 de diciembre de 2021, nos permiten tener una mejor perspectiva de las dimensiones de la tragedia a la que nos enfrentamos. El dato da cuenta de unas 116 mil 995 defunciones en 2021, lo cual representa un incremento del 22 % respecto al 2020 (y, como al presidente le gusta compararse con el año prepandemia, esta cifra significa un aumento del 37 % respecto a ese año). Hay que tomar en cuenta que del 2019 al 2020 ya había aumentado la cantidad de defunciones en un 12 %. Estas dos variaciones interanuales contrastan con un crecimiento orgánico del 2.3 %, en promedio, de los años prepandemia, esto es 2017-18 y 2018-19.[3]

 

Seguimos en pandemia

¿Por qué aumento tanto la cantidad de muertes en el segundo año de la pandemia, dado que la vacunación en Guatemala empezó a principios de abril del 2021? Un factor podría ser la variable Delta del virus, que fue considerada como más infecciosa, incluso para personas ya vacunadas.[4] Pero sabemos, por el seguimiento que ha realizado Diálogos al proceso de vacunación con los Indicadores de disparidades en vacunación COVID-19, que el acceso a las vacunas no ha sido equitativo y ha habido muchas dificultades para acelerar el proceso, al punto que Guatemala continúa entre los países con tasas de vacunación por debajo del promedio mundial: menor al 31 % con esquema completo. Detrás de países como Tayikistán, Ucrania, Myanmar, Georgia y Granada, según el seguimiento de la Universidad Johns Hopkins.

Al 31 de enero de 2022, el tablero de control COVID-19 de la Universidad de Johns Hopkins presenta la cifra de 5 millones 684 mil 948 muertes a nivel mundial por causa directa del coronavirus (virus SARS-CoV-2). Guatemala aparece en dicho sitio con 16 mil 401 muertes confirmadas por COVID-19. El propio tablero del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS) de Guatemala confirma esa cifra como la oficial, agregando que la tasa de mortalidad es de 97.3 por cada 100 mil habitantes y la de letalidad 2.4 %.[5]

Gracias a que el RENAP y el Instituto Nacional de Estadística (INE) se han esforzado por facilitar datos sobre defunciones de manera oportuna, se han podido realizar estudios para estimar la cantidad de muertes por COVID-19 que quedaron sin registrarse como tales, porque no había diagnóstico de por medio, y para estimar el exceso de mortalidad por la pandemia, dato que incluye muertes directas e indirectas.[6] Entre esos estudios destacamos dos: Chávez y Slowing (2021), Vigilancia del exceso de mortalidad por todas las causas durante la emergencia por COVID-19 en Guatemala 2020-2021; y Martínez-Folgar et al. (2021), Excess Mortality During the COVID-19 Pandemic in Guatemala. Ambos estudios coinciden en afirmar que la gravedad de la crisis sanitaria en el país se subestima cuando nos limitamos sólo a las estadísticas de muertes por COVID-19 confirmadas.

En las defunciones correspondientes al 2020, ya oficializadas por el INE, se reconoce que, al menos, hubo 576 muertes adicionales por COVID-19 para las cuales no hubo identificación por medio de una prueba diagnóstica previa. Ello representa casi un 8 % de las 7 mil 428 defunciones para la cuales sí se identificó el virus ese primer año de la pandemia.[7] De esa manera, la tasa de mortalidad pasaría de 44.1 a 47.5 por cada 100 mil habitantes al finalizar 2020. Si aplicamos ese mismo porcentaje a las defunciones confirmadas hasta la fecha por el MSPAS, estaríamos hablando de unas 1 mil 272 adicionales, lo cual incrementaría la tasa de mortalidad de 97.3 a 103.3 por 100 mil habitantes (usando la población al 30 de junio de 2021). Esta última tasa muy cercana a la estimada para Turquía, según el seguimiento de la Universidad de Johns Hopkins. En cuanto al porcentaje de letalidad, la misma se ubicaría entre Brasil (2.6) y Colombia (2.3). Lo cual nos sugiere que dichos indicadores puede que no sean suficientes para calificar el caso guatemalteco de manera favorable, como algunos observadores lo han sugerido.

 

Causas externas de muerte

La baja tasa de inmunización es una de las razones, posiblemente la más importante, del incremento en la mortalidad total durante el segundo año de la pandemia. Pero hay otras, como el repunte de las muertes por causas externas, como los accidentes, las lesiones autoinfligidas y las agresiones. A continuación, usaremos únicamente los datos del RENAP para comparar los últimos tres años y ser consistentes con las fuentes.[8]

Mientras que en 2020 las muertes por causas externas bajaron un 25 % respecto a 2019, en 2021 aumentaron en la misma proporción con relación a 2020. Como se observa en los siguientes gráficos, sobresalen los accidentes con un aumento del 36 %. Las muertes naturales, por su parte, crecieron un 18 %, pero como su peso relativo es mucho mayor, ello explica hasta el 68 % de todo el cambio interanual 2020 vs 2021. Nótese que el cambio y el peso del tipo de muerte “no determinado” es también importante.

Fuente: elaboración propia a partir de los datos del RENAP. *Nota: en “no determinado” se incluyen los “ignorados” (pregunta 30, para especificar cómo fue la muerte, en boleta de defunciones).

Se duplicaron muertes por COVID-19

De las casi 93 mil muertes por causas naturales que incluye la base de datos del RENAP para 2021 (79% del total de las defunciones), de nuevo debemos preguntar cuántas pueden vincularse directa o indirectamente con el COVID-19, pues las causas externas no pueden explicar por sí solas el gran cambio detectado de un año al otro.

El informe de defunciones (INE/MSPAS/RENAP) permite incluir hasta cuatro posibles causas (pregunta 12): primero, la “enfermedad o estado patológico que produjo la muerte directamente,” y hasta tres “causas antecedentes”.[9] Después de aplicar un filtro a estas causas usando las siglas “COV” para que se incluya COVID o COV-2, y sumándose las cuatro posibles causas, la cifra de muertes relacionados con COVID-19 sería casi de 13 mil 500 en el año. Pero podría llegar hasta 16 mil, si además se incluyen las causas externas y los tipos de muerte no determinados donde también se mencionó la posibilidad de COVID-19.[10] En contraste, el MSPAS únicamente contabilizó 10 mil 307 muertes durante 2021.

Usando el mismo criterio para el 2020, la cifra para muertes por causas naturales vinculadas a COVID-19 sería 7 mil 45, y con el segundo criterio llegaría hasta 8 mil. Esto último coincide con la cifra total oficializada por el INE en sus estadísticas vitales para 2020, pero contrasta con las 5 mil 951 reconocidas por el MSPAS para ese año. Por lo tanto, las muertes por COVID-19 se duplicaron en 2021 respecto a 2020, utilizando como fuente las defunciones del registro civil. Según Ministerio de Salud el incremento fue del 73 %. Igual, sigue siendo impresionante.

No obstante, lo que queda por investigar es el incremento en las muertes por causa “no determinada” o “ignorada”, pues el COVID-19 explicaría el 84 % del incremento en muertes del 2020, pero sólo el 75 % de dicho incremento en 2021. Podría ser que hubo un deterioro en la calidad de los certificados de defunción debido, en parte, al grave aumento de casos.

En definitiva, fue un pésimo año, pero eso nadie lo ha dicho. ¡Por favor, cuénteselo al presidente!

Referencias:
[1] “La tasa cruda [o bruta] de mortalidad es la razón entre el número de defunciones en una población durante un año específico y la población total a mitad de año, para el mismo año, usualmente multiplicada por mil.” OPS (2015), Glosario de indicadores, p. 3.
[2] Se estima que los heridos superaron las 76 mil personas. Asturias Montenegro y Gatica Trejo (1976), Terremoto 76: S.O.S. Guatemala, p. 119.
[3] Si calculamos la tasa promedio anual del crecimiento orgánico de las defunciones desde 2005-06 hasta 2018-19, la misma sería de 1.4%. Sin embargo, como me lo ha hecho notar el epidemiólogo Kevin Martínez-Folgar, es importante aclarar: “que en este período de tiempo pudo existir una mejora en la recolección de estadísticas vitales que disminuyen el subregistro de la captación de muertes y por ende pudiéramos esperar un aumento per se de algunas tasas que corresponden sólo a una mejora en la captación de la información (principalmente a partir de la creación del RENAP).”
[4] Ver CDC (26 agosto 2021), Delta Variant: What We Know About the Science. Disponible en Internet: https://www.cdc.gov/coronavirus/2019-ncov/variants/delta-variant.html
[5] Para calcular tasa de mortalidad, el MSPAS aún está usando la población proyectada por el INE para el 30 de junio de 2020, es decir, 16 millones 858 mil 333 habitantes. Ya debería usar la correspondientes a 2021. El porcentaje de letalidad del virus lo calculan dividiendo la cantidad de fallecidos entre los casos confirmados.
[6] “El exceso de mortalidad denota un aumento temporal en la tasa de mortalidad en una población determinada. Suele atribuirse a fenómenos ambientales –como olas de calor u olas de frío–, epidemias y pandemias –especialmente aquellas relacionadas con la gripe–, hambruna o guerra.” Ver https://es.wikipedia.org/wiki/Exceso_de_mortalidad
[7] El MSPAS únicamente cuantificó 5 mil 951 defunciones por COVID-19 en el año 2020. El dato del INE proviene de la base de datos de defunciones del RENAP, convertida en Estadísticas Vitales, utilizando códigos U07.1 y U07.2. Ver codificación del COVID-19 con la CIE-10 en https://www.paho.org/arg/dmdocuments/2019-ncov-1/documentos/COVID-19-CIE-codigos-2020-03-25-spa.pdf
[8] Desde 2016, el INE utiliza un software internacionalmente promovido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para la codificación de mortalidad: Mortality Medical Data System. Generalmente, INE publica las Estadísticas Vitales hasta noviembre del año siguiente, por lo que ahora dependemos del RENAP.
[9] La instrucción en la boleta dice: “estados morbosos, si existiera alguno, que produjeron la causa consignada arriba, mencionándose en último lugar la causa básica”.
[10] No confundir pegunta 12 (Causa de la Defunción) con los “otros datos de la defunción” donde se incluye pregunta 30 (en la cual se especifica si fue homicidio, suicidio, accidente o muerte natural). RENAP, en su base de datos llama “tipo de muerte” a las categorías de la pregunta 30.
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Carlos Mendoza

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2022

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