La opción racional para el Presidente Giammattei era elegir a Jorge Luis Donado, u otro candidato afín. Rebajaría tensiones, especialmente con Estados Unidos, conseguiría el nivel de protección que quiere a futuro para él y los suyos y le daría una concesión a la parte de la sociedad donde Consuelo Porras es altamente impopular.
Sin embargo, pese a las presiones internas y externas y a tener posibilidades igual de confiables, la eligió a ella. Al margen de especulaciones sobre compromisos concretos, debemos responder a una pregunta, ¿por qué estar dispuestos a desgastarse de esa manera? ¿Qué tiene ella que no tengan los demás candidatos de una lista de seis muy conveniente para el Presidente?
La última etapa de nuestra reciente historia, esa que comenzó a inicios de 2021 con el cambio de correlación de fuerzas en la Corte de Constitucionalidad, nos ha dado algunas respuestas. Una muy importante es que el sistema de corrupción necesita no tener ni un solo fleco suelto. Juan Francisco Sandoval, apenas un actor limitado por su propia jerarquía, debía ser expulsado. La Jueza Aifán, forzada al exilio y el Procurador de Derechos Humanos eventualmente sustituido por una figura afín. Ni siquiera un voto minoritario como el de Gloria Porras en la Corte de Constitucionalidad puede ser tolerado.
No debe ser interpretada esta elección como la de un Presidente sino como la de un régimen. El músculo político demostrado en la CC con la resolución que obligó a siete comisionados a votar por ella, y la capacidad de sobrepasar a Donado como favorito nos habla de una serie de grupos de élite apoyando a esta candidata.
Con todos sus defectos y riesgos Consuelo Porras ha demostrado una cualidad que ha resultado definitoria del proceso: ha sido indiscriminadamente fiel a la inmensa mayoría de actores corruptos, y arbitrariamente cruel con los fiscales que llevaron a cabo el trabajo de 2015 a 2019. La estrategia ha pagado, y, frente a resistencias nunca vistas a una candidatura a Fiscal, ha salido electa.
Porras ha construido confianza, algo absolutamente crucial entre redes de corrupción. Confianza en su sumisión al sistema, confianza en que no jugará, más de lo admisible, con presión en casos pendientes. Confianza en su capacidad de permanecer quemada, y por lo tanto aislada, frente a la comunidad internacional.
Un actor inteligente y estratégico, no necesariamente anticorrupción, podría convertirse, con todos los casos en el MP, en verdadero árbitro del sistema. Al renunciar a ese poder, salvo para reprimir a enemigos del régimen, se ha ganado el afecto de demasiados grupos poderosos, lo cual le dio a largo plazo ventaja frente a sus competidores.
Quizá además los actores del sistema quisieron mandar un mensaje a los que desde sus posiciones de poder se sacrifican por “la causa”. Si los que se arriesgan a ser vilipendiados por la opinión pública o sancionados por Estado Unidos se perciben como fusibles el incentivo será no obedecer. Aviso a navegantes: cuiden de nosotros y nosotros cuidaremos de ustedes.
Complicados equilibrios requiere el sistema para mantenerse relativamente funcional. Difícil que no haya un momento en el que algún actor se sienta agraviado y genere una cadena de traiciones y desconfianza. El mismo fenómeno que hizo posible 2015, época de la cual las redes de corrupción han aprendido desde el profundo trauma que sintieron y que hoy les mantiene unidos.
El sistema, como hemos dicho, es fuerte en su capacidad de encontrar acuerdos de impunidad, pero débil frente a las exigencias de responder a la población. Necesita a Consuelo para mantenerse en pie, y al mismo tiempo Consuelo supone un gran desgaste, especialmente de cara al exterior.
La única pregunta que queda es cómo cambiará su actuar, si es que cambia, una vez está asegurada cuatro años sin opción a ser reelegida. No parece que cambie ahora de rumbo pero sí pueden cambiar sus incentivos y los de su círculo cercano. Existe una posibilidad de que ejerza con más contundencia e independencia el poder que tiene sobre los actores del sistema. Se verá. Mientras tanto lo único seguro es que Consuelo ganó en lo personal, para gran costo de toda la sociedad y quizá, de la sostenibilidad del sistema político en general.
El próximo capítulo será la reacción de Estados Unidos. Menor colaboración con el Estado, que parece no importar nada a los actores políticos, y mayor agresividad en sanciones hacia personas del círculo de Giammattei y grupos no tocados antes por las listas. Este escenario, quizá, abre la posibilidad de que se voltee la mirada hacia un apoyo del Presidente especialmente vulnerable a esta clase de castigos: el sector privado tradicional. Está por ver, camino al aislamiento internacional, cómo reaccionan las elites más dependientes del comercio y la diplomacia.