El ambiente de la campaña no pintaba nada bien para la participación de la ciudadanía en las elecciones generales del 25 de junio de 2023. La encuesta realizada por Prensa Libre (ProDatos) y publicada tres días antes, con opiniones emitidas del 5 al 14 de junio, nos daba cifras verdaderamente preocupantes sobre la desconfianza generalizada respecto al proceso electoral.
Según la Encuesta Libre, dos de cada tres personas no creían que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) hubiese hecho una buena labor, y tres de cada cuatro opinaban que las cortes de justicia no habían sido limpias ni transparentes en sus decisiones sobre el proceso electoral. Por lo tanto, el 70 % de las personas entrevistadas pensaba que las elecciones tampoco lo serían. Adicionalmente, un 60 % dijo que las elecciones no ayudarían a mejorar las cosas en Guatemala. Todas estas cifras nos hacían pensar que la asistencia iba a llegar a ser históricamente baja. [1]
A pesar de los malos presagios, los resultados oficializados por el TSE (Acuerdo 1328-2023) dan cuenta de una participación ciudadana bastante aceptable en un país donde el voto es voluntario, es decir, casi del 60 %. Apenas unos dos puntos porcentuales por debajo de la elección de 2019. No obstante, casi un millón de votantes decidió ir a protestar contra el sistema, tomándose la molestia de acercarse a las urnas sólo para anular su voto. Sumando los votos nulos y los blancos se llegó a más de 1 millón 353 mil votos que así expresaron su rechazo al proceso electoral. La Encuesta Libre anticipó correctamente este casi 25 % de votos anulados o en blanco. En contraste, el partido con más votos para la elección presidencial no llegó ni a los 900 mil votos. Lamentablemente, aún no contamos con datos de encuestas posteriores al evento, o datos estadísticos sobre la demografía de esa participación electoral, para saber quiénes fueron las personas que se manifestaron contra el sistema. Aunque sí podemos deducir que, según el área donde estuvieron ubicados los centros de votación, el porcentaje de nulos y blancos llegó a casi 29 % en áreas rurales, mientras que en las urbanas fue del 22 %. Por otro lado, se puede deducir, de manera indirecta (estimando edad promedio de inscritos en cada mesa), que el voto nulo + blanco fue especialmente alto (30 %) en circunscripciones rurales donde la edad promedio de la mesa estaba entre los 40-59 años. Por otro lado, quienes menos recurrieron a anular su voto o dejarlo en blanco (19 %) fueron los que votaron en las mesas con personas más jóvenes (18-29 años en promedio) ubicadas en las áreas urbanas. [2]
Lo que sí sabemos con mayor precisión es dónde ocurrió más el fenómeno del voto nulo y blanco. Como puede observarse en el siguiente mapa, en el oriente del país y Petén las tasas de votos anulados o dejados en blanco son superiores al 30 % respecto a los votos emitidos, mientras que, en el sur y el occidente, más Alta Verapaz, las tasas estuvieron por debajo de ese porcentaje, pero arriba del 20 %. Sólo en los dos departamentos más urbanizados, Sacatepéquez y Guatemala las tasas fueron menores al 20 %.
Mapa 1. Porcentaje de votos nulos + blancos respecto a emitidos por departamento, 2023.
Fuente: elaboración propia a partir de datos preliminares del TSE.
Otro dato importante es dónde hubo menor participación esta elección respecto a la anterior. La participación tanto en áreas rurales como urbanas fue la misma (59 %) en 2023, mientras que en 2019 en áreas rurales participó el 60 % y en las urbanas el 62 %. En la actualidad, en 20 distritos disminuyó la participación, en contraste con sólo tres donde aumentó levemente. Como puede verse en la siguiente gráfica, donde más disminuyó la asistencia a las urnas en 2023 respecto a 2019 fue en Escuintla (11 puntos porcentuales menos). Los distritos donde ésta aumentó, aunque no alcanzó ni un punto porcentual, fueron Baja Verapaz, Guatemala y Totonicapán. Nuevamente fue Sololá el distrito con mayor participación (casi 75 %), aunque disminuyó 4 puntos respecto a 2019. En el otro extremo, Petén fue el de menor participación (53 %), disminuyendo también 4 puntos. En 2019 el de menor asistencia había sido Huehuetenango (56 %). Éste bajó casi dos puntos, pero Petén y Escuintla cayeron aún más para ubicarse por debajo.
Gráfico 1. Porcentaje de participación en primera vuelta por distrito electoral, 2019 y 2023.
Fuente: elaboración propia a partir de datos preliminares del TSE.
Por otro lado, en 2019 la participación cayó 20 puntos porcentuales para la segunda vuelta. En el área rural la participación descendió más (-35 %) que en el área urbana (-29 %) en números absolutos, por lo que la asistencia fue respectivamente 39 % y 44 %, lo que hizo que el voto urbano pesara aún más que en la primera vuelta. De por sí el padrón tiene un sesgo urbano, así que la participación por área en segunda vuelta puede exacerbar dicha diferencia. [3] Por el momento, no contamos con encuestas de opinión pública que nos indiquen si en la segunda vuelta del próximo 20 de agosto de 2023 habrá mayor o menor interés por participar.
En el Informe 2023 sobre Opinión Pública Latinoamérica, de La Corporación Latinobarómetro y titulado La recesión democrática de América Latina, se afirma que: “las quejas por opciones y pluralidad no se expresan verbalmente, pero sí lo hacen en el malestar hacia la política, el abstencionismo y el voto nulo y blanco, tal como acaba de suceder en Guatemala. […] El contingente de ciudadanos que no apoyan la democracia, están insatisfechos con ella y son indiferentes al tipo de régimen o proclives al autoritarismo, es muy sustantivo en seis países: Ecuador (-50 %), Guatemala (-45 %), Honduras (-42 %), Perú (-41 %), Paraguay (-39 %) y Panamá (-37 %). Este grupo es el que tiende a determinar las alternancias, elegir los populismos o aplaudir las autocracias.” Esas cifras del balance entre apoyo por o insatisfacción con la democracia en la región se presentan a continuación:
Gráfico 2. América Latina: balance entre apoyo por la democracia e insatisfacción, 2023.
Fuente: elaboración propia a partir de datos de Latinobarómetro, Informe 2023, p. 39.
Aunque Guatemala parece no tener redención, según este indicador recientemente publicado y otros que hemos comentado anteriormente, todavía no se ha explicado por qué seis de cada diez personas decidieron asistir a votar. Uno de cada cuatro votos fue de rechazo al sistema, pero también hubo un 15 % de votantes que favorecieron al candidato que criticaba abiertamente al sistema, proponiendo una agenda anticorrupción, pero que no parecía tener posibilidad alguna de pasar a segunda vuelta, según la Encuesta Libre del 22 de junio de 2023. Ese voto antisistema, también expresivo, más la fragmentación del voto por las opciones de derecha vinculadas con el statu quo, fueron suficientes para catapultar al candidato Bernardo Arévalo del Movimiento Semilla a una segunda vuelta. Cómo ocurrió esto tampoco ha sido explicado satisfactoriamente.
Se puede deducir de manera indirecta, estimando la edad promedio en cada una de las 24,585 mesas, que los jóvenes se inclinaron más por la propuesta de Semilla que por la propuesta de la UNE. El 28% del voto que recibió Arévalo provino de mesas donde la edad promedio está entre 18-29 años, muy por arriba (11 puntos) del porcentaje que dicho grupo de mesas representa en el total de votos emitidos (17 %). En el caso de Torres, el peso relativo del voto que obtuvo fue exactamente 17 % originado en esas mesas donde predominan los jóvenes. Donde ella le sacó ventaja a él fue con el voto proveniente de mesas ubicadas en áreas rurales y donde la edad promedio ha sido estimada entre 40-59 años. Esto significa que son personas que tenían entre 28-47 años cuando estaba concluyendo el gobierno de Álvaro Colom, y posiblemente fueron beneficiarias de sus programas sociales.
Mapa 2. Cantidad de votos rurales a favor de la UNE en mesas predominantemente de adultos según departamento, 1a vuelta presidencial 2023
Fuente: elaboración propia a partir del padrón y resultados preliminares del TSE.
Aunque la más reciente encuesta sobre intención de voto (CID-Gallup, 18-27 de julio de 2023), publicada y financiada por la Fundación Libertad y Desarrollo, no muestra que haya una competencia reñida entre las dos candidaturas que pasaron a la segunda vuelta, sino más bien una diferencia muy difícil de sobrepasar para la candidata que aparece rezagada, la opinión pública sí manifiesta de manera contundente que la democracia en Guatemala está amenazada. Siete de cada diez personas encuestadas así lo creen. Además, casi ocho de cada diez piensan que el camino por el que va Guatemala es el equivocado y, nuevamente, siete de cada diez perciben a la actual administración de gobierno como corrupta. Por lo tanto, no es tan arriesgado afirmar que los ciudadanos sí podrían acercarse a las urnas en porcentajes relativamente altos para una segunda vuelta. Más que el voto a favor de un determinado partido y candidato, uno que se percibe como “preparado, trabajador y honesto” en contraste con una candidata descrita como “trabajadora” pero también como “mentirosa y corrupta”, estas elecciones se han enmarcado como las decisivas para rescatar la democracia que se retomó en 1985. Ya que los votantes han expresado tanto su rechazo al sistema como su deseo de cambio, hay un ambiente propicio para una segunda vuelta con niveles de participación destacables.
[1] Sobre los datos históricos de la participación electoral en ambas vueltas ver Mendoza, C. (17 agosto 2022). Guatemala: Desafíos para la Participación Electoral en 2023 (Parte 2). Disponible en Internet aquí: https://dialogos.org.gt/2022/08/17/guatemala-desafios-para-la-participacion-electoral-en-2023-parte-2/
[2] La categoría rural o urbana la determina el TSE. Básicamente es rural toda JRV (mesa) que fue ubicada fuera de las cabeceras municipales. Sobre la estimación de las edades, calculamos la edad promedio de cada mesa según el padrón y luego las clasificamos en cuatro grupos: jóvenes [18-29], jóvenes adultos [30-39], adultos [40-59], y adultos mayores [60+].
[3] Para 2023 el TSE creó más circunscripciones electorales municipales rurales por lo cual el peso rural aumentó de 32 % a 38 % y, por lo tanto, el peso urbano disminuyó de 68 % a 62 %.