Este miércoles 23 de octubre, Diálogos ha organizado un congreso que reunirá a académicos, analistas, periodistas y expertos nacionales e internacionales alrededor del tema de las armas de fuego en Guatemala. Discutiremos varios aspectos, desde problemas con el control, desvío y tráfico de armas, hasta los efectos sociales de la violencia armada y lo que han hecho algunos países latinoamericanos para abordar la problemática. El evento se enmarca en un proyecto más amplio en el que hemos participado junto con el Instituto Asser, Global Rights Compliance, C4ADS y la Fundación Myrna Mack.
En este artículo quiero discutir la “cultura de las armas”, un tema que me parece fundamental para entender y pensar cómo empezar a resolver algunos de estos problemas.
El término “cultura” es uno de los más amplios, y quizás por eso más incomprendidos, de las ciencias sociales. El concepto abarca todo, desde el lenguaje, las creencias, las normas sociales y los valores que moldean una sociedad, hasta el comportamiento, las formas de vestir, la producción artística y las festividades que involucran a sus miembros.
A lo largo del texto, por “cultura de las armas” entenderé el conjunto de creencias, valores, prácticas y significados alrededor de la posesión y el uso de las armas de fuego. Me enfocaré en cuatro componentes que considero intrínsecos a esta cultura, pero estoy seguro de que hay otros igual de importantes. El objetivo es colocar el tema sobre la mesa para que se discuta y se tome en cuenta en futuras iniciativas.
Primer componente: las armas de fuego como anhelo. Las armas de fuego forman parte de los anhelos de vida de las personas que comparten una cultura de las armas. En general, los anhelos remiten al estado ideal de las cosas, a cómo se cree que debería ser algo, por lo que forman parte intrínseca de las culturas humanas. Estos ideales pueden referirse a cosas materiales, situaciones o estadios de vida que varían culturalmente. En algunas sociedades, por ejemplo, se espera que los jóvenes se casen a temprana edad, mientras que en otras se espera que se casen más tarde o que no se casen y persigan una carrera profesional. En Guatemala sostengo que uno de los anhelos de vida de muchos jóvenes es poseer un arma de fuego. Algunos cumplen este anhelo en la adolescencia y otros más tarde, pero el deseo de tener un arma se transmite entre pares y de generación en generación. En ese sentido, un dato revelador es que, de enero de 2018 a enero de 2024, la Policía Nacional Civil incautó 805 armas de fuego a jóvenes entre los 12 y 17 años. Aunque definitivamente hay varios otros factores que sería importante considerar, el dato sugiere que algunos adolescentes guatemaltecos se familiarizan con las armas de fuego desde muy temprano.
Segundo componente: el arma de fuego como identidad. Las armas de fuego forman parte intrínseca de la identidad de las personas que comparten una cultura de las armas. Esto se evidencia en el modo en que algunos individuos a menudo portan sus armas, a la vista de todos. En los desfiles hípicos, por ejemplo, es común observar a individuos fuertemente armados, con sus armas al hombro o en el cincho, claramente con la intención de que otros los vean. Exhibir un arma de fuego frente a otros es parte de la forma en que estos individuos se presentan a sí mismos frente a los demás. De acuerdo con el sociólogo Erving Goffman,[1] la forma en que las personas se presentan a sí mismas en la vida cotidiana refleja en gran medida la manera en que desean ser percibidas por los demás. Dicho de otra manera, la presentación de la persona pone de manifiesto el ideal que esa persona quiere proyectar hacia afuera. El acto involucra no sólo el manejo consciente o inconsciente de la apariencia, el comportamiento y las interacciones con otros, sino también el “manejo de las impresiones” que esos otros tienen sobre la persona.[2]
Tercer componente: el arma de fuego como signo de estatus. Las armas de fuego son un signo de estatus para las personas que comparten una cultura de las armas. Por “estatus” entiendo el prestigio o el valor que un elemento puede adquirir en una cultura particular. Desde esta perspectiva, las armas colocan a los individuos por encima de otros en las jerarquías culturales existentes, lo cual las sitúa en el ámbito del poder. Para algunas personas en Guatemala las armas no son (o no sólo son) un medio de defensa, una herramienta de trabajo o un implemento deportivo, como pueden serlo en otros contextos, sino más bien (o también) un símbolo de poder. Una persona que tiene un arma se siente por encima de otros y puede hacer valer ese sentimiento en cualquier momento quitándoles la vida a balazos. Al igual que con el segundo componente, esto se puede ver en los desfiles hípicos, en donde mostrar las armas en público a veces va más allá de la simple exhibición e incluye la ostentación de elementos que connotan riqueza y poder, como baños de oro, cartucheras de diseñador o modificaciones costosas hechas a la medida de sus dueños.
Cuarto componente: las festividades como rituales de reproducción. La cultura de las armas se reproduce periódicamente en celebraciones o festividades anuales en las que participan sus miembros. Estas celebraciones funcionan como los rituales descritos por el sociólogo Émile Durkheim en 1912, es decir, como momentos periódicos en los que los miembros de una sociedad convergen y se comportan de manera prescrita para representar simbólicamente un conjunto de creencias y valores que comparten.[3] En los desfiles hípicos y otras celebraciones es común observar que los participantes ostenten sus armas a la par de sus caballos “de pura sangre” y vehículos blindados de última generación: todos símbolos de poder que refuerzan identidades y reafirman las jerarquías sociales preexistentes. También es común que los participantes consuman grandes cantidades de alcohol y entren en ese estado de “efervescencia colectiva”[4] que recrea el sentimiento de pertenencia y refuerza los lazos sociales de la comunidad. En algunas ocasiones, las celebraciones también pueden recrear sentimientos de resentimiento o deseos de venganza entre facciones opositoras y terminar en balaceras y muertes, como a veces ocurre.
Fuente: “Carlos Pineda y su desfile a caballo en el feudo de un candidato de Vamos”, Plaza Pública, 2 de mayo de 2023. Foto: Simone Dalmasso. Link.
Aunque a lo largo del texto he hablado de “personas” que comparten una cultura de las armas, es importante notar que esta cultura está más asociada con los hombres y con el sentimiento del honor masculino vinculado al uso de la violencia. Esto no quiere decir que no existan mujeres para quienes las armas representan fuentes de anhelo, identidad y estatus, sino solamente que es más común que lo sean para los hombres.
La cultura de las armas en Guatemala exige que los problemas asociados con las armas de fuego se aborden no sólo desde un punto de vista puramente legal, técnico o político enfocado en el control y la regulación adecuada, sino también desde un punto de vista educativo. De acuerdo con el conocimiento que tenemos sobre el desarrollo de las culturas humanas, la socialización –el proceso por medio del cual un individuo internaliza la sociedad en la que está inmerso– comienza en el nacimiento y se cristaliza durante los primeros años de vida, periodo crucial para la formación de la identidad de las personas. Después de eso es más difícil, aunque no imposible, incidir en las creencias y en los valores que se han formado.
En ese sentido, la Estrategia Nacional para la Prevención y el Combate de la Violencia Armada, presentada a finales de 2023 por la Comisión del mismo nombre, establece en su Eje 3, “Consolidación de acciones e intervenciones en prevención y combate de la violencia armada”, una línea maestra que busca “[i]ncidir sobre las motivaciones de las personas para adquirir un arma” y, entre sus líneas de acción, involucra al Ministerio de Educación en “[i]mplementar programas educativos para prevenir el uso de armas por parte de niños y jóvenes” y en “[a]ctualizar el Currículum Nacional Base para integrar en el pensum temas de prevención de la violencia, en los grados de primaria y diversificado”. A mi criterio, este es un paso alentador por el camino correcto.
[1] Goffman, Erving. 1956. The Presentation of Self in Everyday Life. University of Edinburgh: Social Science Research Centre.
[2] Goffman, The Presentation of Self.
[3] Durkheim, Émile. [1912] 1995. The Elementary Forms of Religious Life. Translated by Karen E. Fields. New York: The Free Press.
[4] Durkheim, The Elementary Forms of Religious Life.