La migración y la negación de la juventud en Guatemala

Por Carmelita Ixcol
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En esta tercera entrega, la autora habla sobre las contradicciones en las que vive la juventud guatemalteca, en especial la juventud Maya, y sobre las disyuntivas que representa la migración para ella. Este es el tercer artículo de blog de una serie de cuatro textos que tienen como objetivo divulgar algunos de los hallazgos de un proyecto de investigación que involucró la realización de dos encuestas y de grupos focales en el altiplano occidental y el área metropolitana. El proyecto fue realizado bajo la coordinación de la Diálogos A.C., en colaboración con Así Estrategias y sus resultados serán publicados en los próximos meses.

Guatemala es un país eminentemente joven. De acuerdo con el censo de 2018, más del 60% de la población tiene menos de 30 años, y las personas entre los 18 y 29 años comprenden casi un cuarto del total (23%).[1] Sin embargo, la juventud está marcada por la desigualdad y la exclusión social. A grandes rasgos, los jóvenes que viven en la ciudad y en las áreas urbanas tienen mejores oportunidades que los jóvenes de las áreas rurales. Por ejemplo, de acuerdo con las encuestas realizadas, el 20% de las personas entre los 18 y 29 años del área metropolitana trabaja a tiempo completo y recibe prestaciones, mientras que sólo el 5% de las personas de la misma edad en la región del altiplano afirmó lo mismo. De manera similar, el 46% de jóvenes del altiplano occidental indicó que trabaja por cuenta propia, cuando en el área metropolitana, el porcentaje es de 28%. Esto sugiere que la región de nacimiento o de residencia es un factor importante que moldea las oportunidades de vida de los jóvenes guatemaltecos.

Gráfica 1. Situación laboral de jóvenes de 18-29 que indicaron estar trabajando o buscando activamente un trabajo en los últimos 12 meses, por región

Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta de Migración y Violencia en el Área metropolitana y Altiplano Occidental.

Los jóvenes guatemaltecos viven una realidad de múltiples negaciones. Por un lado, el país les niega a muchos una oportunidad de construir una vida plena, una oportunidad de conseguir un trabajo digno, de formar una familia y un hogar. Muchos de estos jóvenes puede que decidan migrar fuera en busca de todo lo que este país no les ofrece. Según las encuestas, el 27% de los jóvenes entre 18 y 29 años ha considerado migrar a otro país en el último año, y de ellos, el 15% tiene planes concretos. Al consultar si tienen familiares en Estados Unidos, el 35% indicó que sí tiene familiares cercanos y el 41% que tiene familiares lejanos. Estas cifras probablemente son factores importantes para la decisión de migrar de muchos jóvenes.

Gráfica 2. Respuestas de jóvenes de 18 a 29 años ante las preguntas sobre si ha considerado migrar, si ha hecho planes concretos y si tiene familiares en los Estados Unidos. 

Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta de Migración y Violencia en el Área metropolitana y Altiplano Occidental.

Al migrar, sin embargo, los jóvenes se enfrentan a otra negación: a la negación de vivir en el país que los vio nacer, a la negación de vivir junto a sus seres queridos, comunidades, familiares y amigos. También se enfrentan a la negación de su propia cultura, de su propio idioma, de sus propias costumbres.

En el caso de la juventud maya, la negación es doble: vivir en el país para ellos es ya someterse a un sistema que niega su propia riqueza cultural y bagaje de conocimientos, aunado a la negación de oportunidades que otros jóvenes sufren. Esto se puede ver en el tema de la educación. Aunque generalmente se acepta que es una herramienta fundamental para el desarrollo de una persona, para las comunidades mayas del altiplano occidental, la educación es un tema complejo. Un problema concreto es la cobertura. A grandes rasgos, los jóvenes de las áreas rurales –que por lo general son jóvenes mayas– tienden a tener menos acceso a educación secundaria y superior al compararlos con los jóvenes de las áreas urbanas (quienes tienden a auto identificarse, en su mayoría, como ladinos/mestizos). Los centros ubicados en las comunidades rurales tienden a ser centros de primaria que están en mal estado y que carecen de todo tipo de recursos. Esto se ilustra con algunos datos de las encuestas, las cuales muestran que el 51% de los jóvenes del altiplano tiene educación básica/diversificada y el 18% educación universitaria, mientras que, en la región metropolitana, los porcentajes son 66% y 21%, respectivamente.

Gráfica 3. Nivel educativo de jóvenes de 18 a 29 años, por región

Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta de Migración y Violencia en el Área metropolitana y Altiplano Occidental.

Otro problema concreto con la educación es el del despojo de saberes. El sistema educativo guatemalteco está muy desconectado de la realidad de los jóvenes (principalmente de los jóvenes mayas) y no responde a las necesidades de los lugares ni de las personas. La educación primaria se enfoca principalmente en que los niños aprendan a leer y a escribir, pero no potencia los conocimientos arraigados en sus comunidades de origen. Un ejemplo de esto es la agricultura. De acuerdo con las encuestas, la agricultura es la tercera ocupación más frecuente de los jóvenes de 18 a 29 años del altiplano occidental, después del comercio y las tareas del hogar. Sin embargo, la agricultura tiende a ser considerada una ocupación secundaria, equivalente a pobreza y atraso. No es común escuchar que la agricultura sea considerada fundamental para la vida de toda la población, o considerar que, sin el trabajo de los agricultores, simplemente no habría comida o no sería tan accesible como lo es ahora. El sistema educativo podría valorar la experiencia y la habilidad de la juventud maya no escolarizada en este aspecto y fomentar la dignificación del trabajo en el campo como un pilar fundamental para el país. Alejar a los jóvenes mayas de la tierra es desvalorizar esta práctica ancestral que incluye el contacto con la naturaleza y lleva a la alienación y a la mecanización de la vida diaria.

Tabla 1. Ocupación o trabajo que realizan los jóvenes de 18 a 29 años que participaron en la encuesta

Ocupación Altiplano Occidental Área Metropolitana Total general
Comerciante o empleado de comercio
22%
16%
19%
Tareas del hogar
20%
11%
15%
Agricultura o trabajo forestal
13%
3%
8%
Otro
9%
37%
23%
Servicios domésticos
7%
5%
6%
Ninguna fuente de ingreso
5%
5%
5%
Tengo mi propia empresa
5%
5%
5%
Albañilería
5%
4%
5%
Funcionario de una ONG o empresa privada
5%
2%
3%
Personal de reparación o mantenimiento
0%
6%
3%
Funcionario del sector público
4%
1%
3%
Conductor o ayudante de medios de transporte
2%
3%
2%
Vendedor ambulante
3%
2%
2%
Director o gerente de una empresa u organización
0%
2%
1%
No sabe
0%
0%
0%
Total
100%
100%
100%
Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta de Migración y Violencia en el Área metropolitana y Altiplano Occidental.

En el caso de los jóvenes que sí logran culminar sus estudios, quizás después de años de esfuerzo por parte de sus familias, lo que ocurre a menudo es que entran en una especie de cadena de frustración, ya que les es muy difícil encontrar una oportunidad laboral que les abra el horizonte para una vida digna. En las entrevistas de trabajo por lo general les piden experiencia de años o les ofrecen sueldos muy bajos que no compensan ni los gastos en que tienen que incurrir para movilizarse a ellos. Muchos optan entonces por migrar fuera del país. Algunos testimonios de los grupos focales ilustran esta situación:

"Donde yo vivo, conozco jovencitas que trabajan jornadas de diez o doce horas y les pagan 25 quetzales diarios, y son madres, entonces prefieren irse a los Estados Unidos"

"De la aldea, los que estudian, salen de sexto primaria, son patojos, pero ya no piensan en seguir en básicos ni ninguna carrera, y tienen la posibilidad. Pero ellos dicen: 'si miramos a otros graduados que trabajan… mejor me voy con mi papá o mi hermano', y eso ya está fijo en la mente, y a los 15 o 16 años se van como menores"

Una dinámica particular que es importante señalar es la de los jóvenes que migran por razones no económicas. Actualmente, con la tecnología de la información, es posible que los jóvenes que migran se comuniquen con sus familiares y amigos en el país todos los días y a toda hora. Esto hace que los jóvenes que se quedan vivan en dos realidades: la que viven en su lugar de origen y la que ven constantemente en el país al cual sus familiares o amigos han migrado; esta última, por lo genera, es una realidad distorsionada, ya que no muestra los riesgos y el sufrimiento que pueden estar enfrentando. Esta escisión tiende a generar un deseo de migrar en los jóvenes que se quedan, ya que son testigos de cómo sus compañeros o familiares que migraron han logrado obtener un trabajo, un ingreso fijo, comprar una vivienda y formar toda una vida en el extranjero. Esto afecta a los jóvenes de pocos ingresos, pero también a los jóvenes que podrían quedarse y construir una vida en el país. Como lo expresaron claramente dos participantes de los grupos focales:

"Hay jóvenes que no tienen necesidad de irse, pero la cultura estadounidense y la libertad que tiene ese país, las libertades que aquí se condenan. He hablado con jóvenes que hablan de lo que se puede hacer allá, pero nos referimos al deleite, a los placeres, pero aquí en Guatemala existe la conservación de los principios que tiene, lo que influye en el temor y otros que se van. Tengo primos que les llamó la atención todo el factor cultural"

"Muchos se van no por necesidad, sino por moda; no quieren ganar el mínimo. Ellos quieren estar allá porque allá están todos"

La migración de la juventud guatemalteca puede verse como algo rentable para los que emprenden el viaje, pero para el país puede ser una crisis que puede traer consigo consecuencias no deseadas para el futuro. En una sociedad que expulsa a sus habitantes jóvenes, eventualmente habrá vacíos de todo tipo –vacíos de trabajo, vacíos en las familias, pero también vacíos en los compromisos, vacíos generacionales, vacíos culturales, vacíos políticos. En ese sentido, es fundamental pensar en el país que se quiere construir y en la migración no sólo en términos de los beneficios que puede traer consigo (remesas, aprendizajes, experiencias), sino también como en términos de una fuga humana, de una expulsión vital de generaciones, cuya pérdida se irá haciendo cada vez más grande y palpable en muchos ámbitos.

Los jóvenes guatemaltecos deben ser vistos como una plantación; si esa plantación no se cuida, el país no tendrá frutos sanos y saludables en el futuro. Quizás los jóvenes que migran logran mejorar sus condiciones de vida, pero los jóvenes que se quedan heredan una sociedad repleta de vacíos e incertidumbres. Esta situación debe ser motivo de alerta para las generaciones mayores. Los adultos y las familias en general tienen responsabilidades importantes no solo con sus seres queridos y amistades, sino con el país entero. Estas generaciones deben trabajar en conjunto con las instituciones públicas para crear oportunidades e impulsar el desarrollo de los jóvenes con el fin de que puedan construir en su propio país una vida digna.

[1] Instituto Nacional de Estadística (2018), XII Censo Nacional de Población y VII de Vivienda (Guatemala: Instituto Nacional de Estadística).

Carmelita Ixcol

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