¿Qué hacer para defender la democracia?

Por María del Carmen Peláez
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El 8 de noviembre de 2007, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció que cada 15 de septiembre se celebraría el Día Internacional de la Democracia. El pasado 15 de septiembre de 2022 se cumplieron 15 años de celebrar este día tan importante para la igualdad, el civismo, la libertad y los fines supremos compartidos socialmente. Además de recalcar este valor y la relevancia de la democracia, el contexto hostil generalizado en el mundo obliga a preguntarse, en el marco del día, ¿qué hacer para defender la democracia?

A continuación, hay cinco puntos que pretenden dar respuesta a esa pregunta con base en los aprendizajes que han dejado diversas experiencias a nivel mundial. También, a partir de las reflexiones que se han hecho en Diálogos sobre las lecciones de contextos como el de 2015 en Guatemala. Y, además, con la guía de las valiosas reflexiones de Levitsky y Ziblatt en la obra publicada en 2018 bajo el título: “Cómo Mueren las Democracias”.

1.Tener y mantener vocación democrática

Ser y mantenerse dentro del marco de las instituciones democráticas es una condición fundamental. Caer en la tentación de pensar en mecanismos antidemocráticos para enfrentarse, con esa “igualdad de instrumentos” a estructuras autoritarias, es una apuesta muy peligrosa. Ese riesgo, puede ser una vía que erosiona aún más la democracia, que intensifica conflictos, y que termina en un mayor debilitamiento. Luchar por la democracia, en democracia, con medios y mecanismos democráticos es primordial. Las demandas de protección y defensa de la democracia deben ser firmes y usar los canales institucionales que existen para gestionarlas. Esto implica, sobre todo, aprovechar las ventanas de oportunidad que se abren en determinados contextos y coyunturas y, además, el óptimo ejercicio de derechos constitucionales como la manifestación y la legitimidad de resistencia. De esta forma la democracia sale reforzada.

 

2.Generar consensos y coaliciones más allá de los aliados naturales

Es prioritaria la vocación de participar de frentes amplios, verdaderamente amplios, con grandes causas comunes: proteger la democracia, proteger el Estado de Derecho, luchar contra la corrupción y el abuso de poder. Cualquier persona tiene sólidos motivos para articularse alrededor de razones y fundamentos de tales alcances. Para sectores empresariales, implica mejores condiciones para la inversión y la certeza y crecimiento económico. Para la ciudadanía en general, propicia importantes condiciones para el respeto y garantía de los Derechos Humanos, lo que repercute, por ejemplo, en servicios públicos de calidad. Para actores políticos comprometidos, puede generar réditos electorales potencialmente gigantescos.

Este punto parece ser particularmente difícil, pero importante de asumir en toda su dimensión. Consiste, según las palabras de la obra “Cómo Mueren las Democracias”, en: “ampliar nuestros horizontes temporales, tragar saliva, y hacer espinosas concesiones… pasar por alto temporalmente discrepancias con el fin de hallar un terreno moral común.”. El incentivo que debe quedar claro en esto es que un amplio espectro de la población es esencial para derrotar al autoritarismo. Puede que la separación entre algunos sectores sea un abismo enorme, agudizado por la polarización, la desinformación y las desigualdades, pero tender puentes y abrir canales de comunicación es altamente necesario y, además, una forma propia de la democracia.

Se trata de distintos bandos, distintas personas y distintos momentos, articulados por temas transversales. Requiere de afianzar la tolerancia y la capacidad de no percibirse entre sí como enemigos mortales. Implica viabilizar el diálogo como mecanismo democrático por excelencia. Supone consensos mínimos, respetar y valorar la diversidad, construir acuerdos, y tomar conciencia de que están en juego bienes máximos: la democracia popular, las libertades y los derechos.

 

3.Construir democracias en condiciones de igualdad: verdaderamente multiétnicas y diversas

La cuestión básica de este punto subraya la importancia de que existan movimientos políticos y sociales verdaderamente diversos en sus liderazgos y en sus bases: paritarios, multiétnicos, aglutinadores y convergentes. En donde participen, en esos términos, personas de todos los géneros, orientaciones sexuales, sexos, etnias, edades y condiciones. Esta diversidad debe trascender y pasar también por ser capaces de abordar la desigualdad, la polarización y sus implicaciones. Enfrentarse y derrotar paradigmas y condiciones históricas de machismo, racismo, exclusión, discriminación, prejuicios y desigualdad económica. Reducir las brechas de polarización y desigualdad sin abandonar o dejar atrás a nadie, mucho menos a grupos en condiciones de vulnerabilidad o minorías.

Este abordaje puede, incluso, ser una estrategia de seducción electoral bastante atractiva. El discurso y las acciones que atienden preocupaciones cotidianas son una importante forma de conectar con la población. Un mecanismo en este sentido, son, en particular, los programas sociales universales y continuados: que incluyen y benefician a toda la población. Los mismos que se conocen, por ejemplo, de los Estados Nórdicos y que tienen el importante efecto de reducir desigualdades. Además, de propiciar justicia social, también tienen importantes implicaciones en impulsar la legitimidad y la confianza en las instituciones.

 

4.Reformar e innovar

El primer punto surge de la imperativa necesidad de repensar y reformar diseños institucionales, políticas y regulaciones, para robustecer la democracia en el plano formal o normativo. Bajo este marco, se pueden citar: la reforma electoral, la reforma a modelos de designación y carrera en instituciones de justicia, la reforma al régimen de servicio civil en organismos e instituciones públicas, la creación de instituciones que propicien transparencia y rendición de cuentas, entre otros. Todos frente al reconocimiento de las complejidades de los temas, sobre todo, en contextos hostiles en donde predominan intereses clientelares frente a la tarea de visibilizar los enormes incentivos compartidos que hay, claramente, en reformar.

La parte de innovar también comparte el mismo menester de cambio, de repensar discursos y construir nuevos mensajes que dejen de apelar a cuestiones populistas, demagógicas o nacionalistas que ya han hecho tanto daño. De transformar las lógicas de financiamiento, de huir de las garras de donantes y financistas con intereses clientelares y de actores que tienen el interés particular de que el sistema siga como está. De diversificar actores y la organización de las bases, de pensar y apostarle al relevo de actores institucionales con personas realmente comprometidas con un ejercicio de poder democrático y apegado a los intereses de la población.

Esta dinámica reconoce que en la historia el cambio, para bien o para mal, es inevitable. Y, se propone adelantarse a que sea para bien. Trabajar y anticipar esfuerzos para aprovechar cualquier ventana de oportunidad que pueda abrirse porque, eventualmente, sucede.

 

5.Asumir que la defensa debe ser desde todos los espacios y los roles

El asunto transversal y trascendental para defender la democracia es comprender y hacer propio el firme convencimiento de que no se es espectador, sino que, se tiene una responsabilidad y un rol determinante. Ser y promover una ciudadanía diversa, tolerante, informada, activa y comprometida con la democracia. Esto demanda mantener como forma de vida la vocación democrática, el diálogo y el consenso, la igualdad y el respeto por la diversidad y la participación en ejercicio de los derechos y garantías que asisten a toda persona.

María del Carmen Peláez

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