¿QUO VADIS DERECHA? Una esperanza diestra para Guatemala

Por Daniel Haering
COMPARTE:

Si el proceso de CICIG sigue como hasta ahora (y todo lo que sabemos nos dice que seguirá), las alianzas de corrupción que sostuvieron el régimen durante años se verán cada vez más debilitadas. Actores del Ejecutivo (prácticamente todo el gabinete anterior está en reclusión o en busca y captura), Legislativo (más de una quinta parte de diputados antejuiciados) y Judicial (con la reestructuración de fuerzas dentro de la Corte Suprema de Justicia) se han visto afectados por procesos judiciales. Los vínculos basados en intereses monetarios se destruyen con facilidad y eso se ha visto claramente en distintos movimientos tácticos en los últimos dos años. Todo el que no sienta una gran alegría por esta situación debe revisar profundamente sus intenciones e ideas.

En medio de todo esto la derecha parece estar esperando, atenta a ver qué pasa sin parecer entender que la única manera de que pase algo es hacer y no aguardar sentado. Ningún proyecto político liberal-conservador y con credibilidad reformista se ve en el horizonte y esto es especialmente grave.

La izquierda no ha demostrado en las últimas décadas tener la legitimidad, la claridad, o la capacidad de movilizar voto y elaborar un discurso ilusionante y esa realidad no va a modificarse debido al supuesto apoyo de CICIG o Embajada. En principio, por tanto, la antorcha reformista tiene más posibilidades de llegar a puerto de la mano de liberales y conservadores que de la mano de las distintas facciones progresistas. Y aun así, la derecha no se proyecta en esta coyuntura como agente de cambio sino como un ente paralizado y en el peor de los casos como enemigo de las reformas.

Se escuchan mensajes vociferantes de una derecha retrograda. De una derecha que no quiere avanzar. O somos capaces de separarnos contundentemente de estas ideas y personajes, o fallaremos a la sociedad guatemalteca. Quien en esta coyuntura haga esfuerzos para preservar el estatus quo es un enemigo político.

En la derecha hay nuevas voces y buenas ideas para mejorar la vida de todos. Sin embargo las instituciones e individuos que se adscriben al liberal-conservadurismo parecen callados en el debate público actual. Eso hace que gritos radicales y en algunos casos indeseables se escuchen con mayor fuerza y sea fácil pensar que son más representativos de lo que son, circunstancia que la izquierda no desaprovecha para meter a todo el espectro en el saco de la impunidad. Yo no les culpo, bien jugado… los torpes somos nosotros.

“Se escuchan mensajes vociferantes de una derecha retrograda. De una derecha que no quiere avanzar. O somos capaces de separarnos contundentemente de estas ideas y personajes, o fallaremos a la sociedad guatemalteca. Quien en esta coyuntura haga esfuerzos para preservar el estatus quo es un enemigo político”

 

El miedo al cambio es normal, la incertidumbre es un sentimiento humano comprensible. La posibilidad de que el resultado de este proceso sea negativo y que la renovación institucional traiga consigo algo peor no es irracional. Innegable como es, mucho más miedo debería infundirnos no hacer nada, no aprovechar la posibilidad de reformar. Las consecuencias de seguir con este sistema solo favorece a unos cuantos individuos (ni siquiera a sus redes clientelares que en muchos casos se quedan con las migajas) que deben ser apartados del eje central de la política del país. Los espacios vacíos que dejan los golpes de CICIG van a ser llenados por otros actores y el hecho de que en un país profundamente conservador como este no haya nueva élite liberal-conservadora sería un desastre y el costo de la inacción terrible.

2015 fue un año extraordinario también en cuanto a vislumbrar nuevas vías de acción política: una nueva forma de ganar elecciones se nos mostró. La capacidad de hacer llegar información a una cada vez mayor parte de la población de características incrementalmente urbanas a bajo costo abre la posibilidad para una nueva estrategia política, basada no en la movilización de redes clientelares sino en la elaboración de programas y mensajes. El hecho de que todo aconteciera en año electoral y que se vieran afectados profundamente los resultados dio a la sociedad guatemalteca la poderosa sensación de que su descontento servía para algo.

¿Qué otra opción queda que no sea la del reformismo? El sistema político guatemalteco ha sido un proyecto con muchas más sombras que luces, verdaderamente indefendible. Poco representativo, corrupto, clientelar e ineficiente. Es difícil encontrar algo positivo del mismo sin aparentar al menos defender el estatus quo. Las consecuencias han sido un bajo desempeño económico, la persistencia de malas condiciones para la mayor parte de la población y una buena dosis de inseguridad ciudadana que afecta a todos.

Es preocupante ver como en el momento más ilusionante de la historia política de Guatemala algunos han optado por el silencio, la parálisis, el miedo o, en el peor de los casos, el ataque directo a CICIG. Una cosa es aceptar a la Comisión como un ente infalible, que claramente no es, y otra impugnar todo el proceso porque ciertas actitudes sean cuestionables. Claro que podemos criticar lo que se ha hecho pero no a través de atacar a la figura del Comisionado o utilizar argumentos nacionalistas de injerencia extranjera cuando nos conviene. Dudar es siempre sano pero liberales y conservadores han fallado al proponer una alternativa de peso, hemos fallado a la hora de argumentar. En algunos casos la reacción ha sido tan virulenta que hemos llegado incluso a antagonizar a CICIG y a la Embajada de EEUU, aliados clave en estos procesos de modernización.

Es imposible saber qué harán las fuerzas políticas tradicionales o cual será el éxito que tendrá esta renovación pero según avanzan los años y nos acercamos a las elecciones de 2019 los bandos quedan cada vez más claros. En términos generales las opciones políticas se verán obligadas a posicionarse o en el lado de los que quieren cambiar fundamentalmente este sistema o el de los que prefieren que el mismo no se altere demasiado. Quedar por falta de determinación o por resistencia al cambio en el bando de los que optan por lo malo conocido es por un lado una falla moral censurable y por otro un error estratégico fatal.

 

“Es preocupante ver como en el momento más ilusionante de la historia política de Guatemala algunos han optado por el silencio, la parálisis, el miedo o, en el peor de los casos, el ataque directo a CICIG”

 

No existen todavía programas coherentes desde la derecha guatemalteca. Ver las iniciativas presentadas por varias instituciones asociadas a la libre empresa es ver un chirmol de deseos particulares sin una orientación de largo plazo. Si algo debiera ser la (nueva) política es estratégica y no el cúmulo de jugadas tácticas que, salvo en muy particulares excepciones ha sido los últimos veinte años. Perder el enfoque de largo plazo significa perder a largo plazo.

Promover reformas es, además de un imperativo estratégico, una obligación moral. Los que creemos en una sociedad abierta, de libre mercado, que fomente la creación de riqueza y la libertad individual en seguridad debemos ir más allá de la negación. Buena parte de los mensajes que le llegan a la ciudadanía de parte de las instituciones que se vinculan con nuestras ideas es un gran NO. Hemos dejado que otros lleven la iniciativa y eso nos hace ver reactivos de manera constante y por momentos radicales y poco compasivos.

Y vaya que podemos aportar. La generación de riqueza es el factor fundamental para la reducción de la pobreza. Son muchas las ideas que pueden servir para sustituir la corrupción como motor del sistema. Sin pretender agotar el tema, ni presentar soluciones como definitivas, ciertas ideas pudieran ponerse sobre la mesa y ser la base de una agenda política hasta ahora inexistente en Guatemala.

La derecha ni es ni debe ser unitaria. Existen muchas corrientes, en algunos casos contradictorias entre sí pero que tienen ejes comunes. Estos pueden y deben ser discutidos y consensuados pero nada pasará si no se crean las plataformas necesarias para facilitar este tipo de conversaciones. Toca por tanto comenzar uno o varios proyectos políticos que sirvan de canalización de todo esto. Hay espacio para liberales, conservadores y libertarios siempre que estén comprometidos con la renovación del sistema. Hay espacio para políticas estratégicas y pensadas desde la derecha. El llamado es, en todo caso, a discutir estas ideas no a casarnos con alguna de ellas.

La derecha reformista guatemalteca ha tenido que padecer el sistema. Ha tenido también, lamentablemente, que convivir con él, así como la izquierda, por muchos baños de pureza que a veces se dé. Encontrar una nueva forma de relacionarse con el mundo político es necesario para el éxito del país. Hay esperanza pero solo desde la acción valiente. El futuro no valdrá mucho si nos quedamos como meros espectadores de lo que está pasando y sobre todo (incierto como es) de lo que va a pasar.

Daniel Haering

Contenidos Relacionados